martes

Dejaste la insensibilidad abandonada en la puerta de mi casa, no me pude resistir a quedarmela y guardarla entre las costillas. Y ahí se ha quedado, criando malvas y desengaños. Y se me ha dado la fantástica idea de imaginarte como a una canción de rock and roll de las de antes, con ese ritmo tan especial que hacía que las canciones de Elvis me llevasen a la pista moviendo las caderas como la más bailonga de la ciudad. Eres el último grito en movimiento caderil. Así al menos le encuentro algo de felicidad a tu adios.

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