martes

Yo soy cada película dramática que puedas imaginar. Pero cualquiera, tanto las más famosas, las de llorar de tristeza, de llorar por lo mal que actúan los actores, o llorar solamente porque quieres llorar. A veces es como si el mundo se cayera a pedazos, poco a poco, destrozándose por momentos. La positividad nunca ha sido lo mío, al contrario. Vivo en mi onda llena de negatividad. Creo que tengo la peor vena de dramatismo en mi vida, que cada mínima cosa la siento como una inmensidad, y me ahogo, ya no en un vaso de agua, si no que me ahogo en la gota más pequeña que pueda encontrar sobre el cristal. Me como los problemas de los demás, literalmente. Los mastico, los digiero, y se los quito para poder verles sonreír, verles bien. Les cuento miles de cosas de esas que se me dan bien a mi, llenando los oídos de risas y las mandíbulas de pequeños dolores agradables de tanto reír. 
¿Porque sabes qué? A mi, lo que mejor se me da, es ser el drama más sonriente que puedas encontrar, de los que te ríes durante toda la película y en el último momento te arranca los sentimientos y el corazón de golpe.


En mi cabeza esto estaba mucho mejor, ha quedado una mierda, pero necesitaba escribir algo.

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